25 mar 2012

Entre irse y quedarse.

Entre irse y quedarse duda el día,
enamorado de su transparencia.

La tarde circular es ya bahía:
en su quieto vaivén se mece el mundo.

Todo es visible y todo es elusivo,
todo está cerca y todo es intocable.

Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz
reposan a la sombra de sus nombres.

Latir del tiempo que en mi sien repite
la misma terca sílaba de sangre.

La luz hace del muro indiferente
un espectral teatro de reflejos.

En el centro de un ojo me descubro;
no me mira, me miro en su mirada.

Se disipa el instante. Sin moverme,
yo me quedo y me voy: soy una pausa. 







Octavio Paz. 

Octavio Paz.

Nació en la Ciudad de México, 1914-id., 1998. Escritor mexicano. Nieto de escritor (Ireneo Paz), los intereses literarios de Octavio Paz se manifestaron de manera muy precoz, y publicó sus primeros trabajos en diversas revistas literarias. Estudió en las facultades de Leyes y Filosofía y Letras de la Universidad Nacional.
En 1936 Octavio Paz se trasladó a España para combatir en el bando republicano en la guerra civil, y participó en la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Al regresar a México fue uno de los fundadores de Taller (1938) y El Hijo Pródigo. Amplió sus estudios en Estados Unidos en 1944-1945, y concluida la Segunda Guerra Mundial, recibió una beca de la fundación Guggenheim, para, más tarde, ingresar en el Servicio Exterior mexicano.

En 1955 fundó el grupo poético Poesía en Voz Alta, y posteriormente inició una colaboración en la Revista Mexicana de Literatura y en El Corno Emplumado. En las publicaciones de esta época defendió las posiciones experimentales del arte contemporáneo.
Cerró su actividad diplomática en 1968, cuando renunció como protesta contra la política del gobierno mexicano ante el movimiento democrático estudiantil. Durante sus años de servicio Octavio Paz residió en París, donde trabó amistad con André Breton, pero también viajó por diversos países europeos y asiáticos (en 1962 fue nombrado embajador de México en la India).
Poeta, narrador, ensayista, traductor, editor y gran impulsor de las letras mexicanas, Paz se mantuvo siempre en el centro de la discusión artística, política y social del país. Su poesía se adentró en los terrenos del erotismo, la experimentación formal y la reflexión sobre el destino del hombre.


Sus obras.

“El principio del placer” agrupa cinco cuentos y una novela corta cuyo título es el mismo que el elegido para dar a conocer este trabajo donde el amor, la sexualidad y la corrupción, entre otras temáticas de carácter universal, se hacen presentes.

“Tenga para que se entretenga”“La zarpa”“La fiesta brava”“Langerhaus”“Cuando salí de La Habana” y “El principio del placer” son, pues, los nombres de cada uno de los relatos que se esconden entre las páginas de este interesante material literario donde los aspectos fantásticos se vuelven creíbles y la realidad adquiere un halo espectral.



José Emilio Pacheco.

Nació en México, 1939. Poeta, narrador, ensayista y traductor mexicano, cuya cultura literaria y sensibilidad poética lo convirtieron en uno de los miembros más destacados de la llamada Generación del Medio Siglo.
Estudió derecho y letras en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y allí comenzó a colaborar con la revista Medio Siglo. Más tarde formó parte de la dirección del suplemento Ramas Nuevas de la revista Estaciones, junto a otro reconocido autor mexicano, Carlos Monsivaís y de la redacción de la Revista de la UNAM. Fue asimismo jefe de redacción del suplemento México en la Cultura, en colaboración con Fernando Benítez.


La poesía de Pacheco se caracteriza por una depuración extrema. Sus versos carecen de ornamentos inútiles y están escritos con un lenguaje cotidiano que los hace engañosamente sencillos. La conciencia de lo efímero es uno de sus temas centrales, pero su poesía es a menudo irónica, llena de notas de humor negro y parodia, y muestra una continua experimentación en el plano formal. Para Pacheco, el poeta es el crítico de su tiempo y un metafísico preocupado por el sentido de la historia. Cree en el carácter popular de la escritura, que carece de autor específico y pertenece a todos.
Su producción poética alterna así lo trascendente y lo inmediato, siempre con un estilo muy personal. Ello se aprecia en Los elementos de la noche (1963), El reposo del fuego (1966), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1964) y Los trabajos del mar (1983). Respecto a sus traducciones, que incluyen poemas de diversas lenguas, el autor prefirió llamarlas "aproximaciones", por estar convencido de la intraducibilidad del género.


Yo no lo sé de cierto, pero supongo.


 Yo no lo sé de cierto, pero supongo

que una mujer y un hombre
algún día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.


Todo se hace en silencio.
Como se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.


Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.
(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo.)

                                                     

                                     

Jaime Sabines. 



Jaime Sabines.

Nación en Tuxtla Gutiérrez, México en 1926 y murió en la Ciudad de México, 1999. Poeta mexicano. En el horizonte de la penúltima poesía mexicana, la figura de Jaime Sabines se levanta como un exponente de difícil clasificación. Alejado de las tendencias y los grupos intelectuales al uso, ajeno a cualquier capilla literaria, fue un creador solitario y desesperanzado cuyo camino se mantuvo al margen del que recorrían sus contemporáneos. Hay en su poesía un poso de amargura que se plasma en obras de un violento prosaísmo, expresado en un lenguaje cotidiano, vulgar casi, marcado por la concepción trágica del amor y por las angustias de la soledad. Su estilo, de una espontaneidad furiosa y gran brillantez, confiere a su poesía un poder de comunicación que se acerca, muchas veces, a lo conversacional, sin desdeñar el recurso a un humor directo y contundente.






Su primer volumen de poesías, Horal, publicado en 1950, permitía ya adivinar las constantes de una obra que destaca por una intensa sinceridad, escéptica unas veces, expresionista otras, y cuya transmisión literaria se logra a costa incluso del equilibrio formal. No es difícil suponer así que la poesía de Sabines está destinada a ocupar en el panorama literario mexicano un lugar mucho mayor del que hasta hoy se le ha concedido, especialmente por su rechazo de lo "mágico", que ha informado la creación al uso en las últimas décadas, pero también por su emocionada y clara expresividad. Este rechazo se hace evidente en el volumen Recuento de poemas, publicado en 1962 y que reúne sus obras La señal(1951), Adán y Eva (1952), Tarumba (1956), Diario, semanario y poemas en prosa (1961) y algunos poemas que no habían sido todavía publicados.
En 1965, la compañía discográfica Voz Viva de México grabó un disco con algunos poemas de Sabines con la propia voz del autor. Sabines reforzó su figura de creador pesimista, su tristeza frente a la obsesiva presencia de la muerte; pero se advierte luego una suerte de reacción, aunque empapada en lúgubre filosofía, cuando canta al amor en Mal tiempo (1972), obra en la que esboza un "camino más activo y espléndido", fundamentado en el ejercicio de la pasividad; un camino que lo lleva a descubrir que "lo extraordinario, lo monstruosamente anormal es esta breve cosa que llamamos vida". Pese a una cierta reacción que lo aleja un poco de su primer y profundo pesimismo, sus versos repletos de símbolos que se encadenan sin solución de continuidad están transidos de una dolorosa angustia.


Gravitación.

Los abismos atraen. Yo vivo en la orilla de tu alma. Inclinado hacia ti, sondeo tus pensamientos, indago el germen de tus actos. Vagos deseos se remueven en el fondo, confusos y ondulantes en su lecho de reptiles. 
¿De qué se nutre mi contemplación voraz? Veo el abismo y tú yaces en lo profundo de ti misma. Ninguna revelación. Nada que se parezca al brusco despertar de la conciencia. Nada sino el ojo que me devuelve implacable mi descubierta mirada.
Narciso repulsivo, me contemplo el alma en el fondo de un pozo. A veces el vértigo desvía los ojos de ti. Pero siempre vuelvo a escrutar en la sima. Otros, felices, miran un momento tu alma y se van.
Yo sigo a la orilla, ensimismado. Muchos seres se despeñan a lo lejos. Sus restos yacen borrosos, disueltos en la satisfacción. Atraído por el abismo, vivo la melancólica certeza de que no voy a caer nunca.

Juan José Arreola.

Jaliciense, como Juan Rulfo y miembros ambos de la generación de escritores que transformó la literatura mexicana y puso dentro del panorama mundial, Juan José Arreola fue el escritor que con mayor libertad permitió que la imaginación se desbordara de su causes y consiguió una escritura que se apropia de las convenciones genéricas para trastocarlas y dar vida a una literatura novedosa y sorprendente. Borges dijo que "desdeñoso de las circunstancias históricas, geográficas y políticas, Juan José Arreola, en una época de recelosos y obstinados nacionalismos, fijó su mirada en el universo y en sus posibilidades fantásticas"; también dijo que aunque nació en México en 1918, "pudo haber nacido en cualquier lugar y en cualquier tiempo". En una época que nuestro país se decidía por el realismo y las tendencias la literatura de la tierra, Arreola, sin desdeñar realmente esos temas, construyó alegorías universales de la vida nacional.
La narrativa de Arreola fue durante un largo tiempo un problema para los especialistas en literatura. Sin afiliarse a un movimiento, ni siquiera a una vanguardia específica, fue una apuesta por la imaginación y el ludismo. Por otra parte, el sentido del humor y las formas de la ficción breve que cultivó Arreola condicionaron durante un tiempo que su literatura fuera vista con recelo. Sin embargo, en cuentos como "El guardagujas", "La migala", "El miligramo prodigioso", "Baby H.P.", "Botella de Klein" es posible encontrar las huellas que dieron origen a una nueva tradición de literatura mexicana. De hecho, la importancia de Arreola en el campo de la legitimación de la ficción breve para el canon de la gran literatura apenas se empezó a reconocer hace unos diez años. 

Hay quienes recordaran a Juan José Arreola cómo quien rompió con las estructuras tradicionales de la literatura mexicana; hay quienes lo pensaran como un escritor del boom latinoamericano (otros, haciéndose eco de él mismo, como un insubordinado del boom; Borges lo consideró un no afiliado a los "ismos"), pero todos lo recordaremos como un gran escritor, tal vez el mejor escritor de ficción breve de México.
Hay recuerdos que no pueden apagarse pasé lo que pasé. Arreola ya no es una presencia o una señal, pero sigue siendo una luz en la memoria. Lo recordaremos como uno de los tres grandes escritores de Jalisco, como el último juglar, o como el primero que le abrió las puertas de la imprenta a escritores Carlos Fuentes o a Elena Poniatowska; lo recordaremos por sus intervenciones, afortunadas o no, en la televisión, lo recordaremos por las no por eruditas menos entretenidas charlas que sostenía con Antonio Alatorre, pero, sobre todo lo recordaremos como aquel vario y prodigioso ingenio capaz de alegrar la visión de Kafka.




"Creo que Kafka nos hace llorar, y Arreola sonreír". 

Pedro Páramo.

Esta gran obra, de mis favoritas a decir verdad. Y una de las más importantes de nuestra literatura mexicana contemporánea.


Hay, susanita.
<<Hace mucho tiempo que te fuiste, Susana. La luz era igual entonces que ahora, no tan bermeja; pero era la misma pobre luz sin lumbre, envuelta en el paño blanco de la neblina que hay ahora. Era el mismo momento. Yo aquí, junto a la puerta mirando el amanecer y mirando cuando te ibas, siguiendo el camino del Cielo; por donde el cielo comenzaba a abrirse en luces, alejándote, cada vez más desteñida entre las sombras de la tierra. 
>>Fue la última vez que te vi. Pasaste rozando con tu cuerpo las ramas del paraíso que están en la verde y te llevaste con tu aire sus últimas hojas .Luego desapareciste. Te dije: "¡Regresa Susana!">>
Pedro Páramo siguió moviendo los labios, susurrando palabras. Después cerró la boca y entreabrió los ojos, en los que se reflejó la débil claridad del amanecer. 

Amanecía.  



Léanlo.


Juan Rulfo.

Aquí una entrevista al maestro de maestros. Juan Rulfo. 


http://www.youtube.com/watch?v=EqIvTfN5q1k&feature=related

Juan Rulfo.

Nación en Sayula, México, 1918, murió en la  Ciudad de México, 1986.
Escritor mexicano. Juan Rulfo creció en el pequeño pueblo de San Gabriel, villa rural dominada por la superstición y el culto a los muertos, y sufrió allí las duras consecuencias de las luchas cristeras en su familia más cercana (su padre fue asesinado). Esos primeros años de su vida habrían de conformar en parte el universo desolado que Juan Rulfo recreó en su breve pero brillante obra.

A partir de 1938 empezó a viajar por algunas regiones del país en comisiones de servicio y publicó sus cuentos más relevantes en revistas literarias. 


En los quince cuentos que integran El llano en llamas, Juan Rulfo ofreció una primera sublimación literaria, a través de una prosa sucinta y expresiva, de la realidad de los campesinos de su tierra, en relatos que trascendían la pura anécdota social.

En su obra más conocida, Pedro Páramo (1955), Rulfo dio una forma más perfeccionada a dicho mecanismo de interiorización de la realidad de su país, en un universo donde cohabitan lo misterioso y lo real, y obtuvo la que se considera una de las mejores obras de la literatura iberoamericana contemporánea.

En 1970 recibió el Premio Nacional de Literatura de México, y en 1983, el Príncipe de Asturias de la Letras. 


Juan Rulfo. 


Características.

A finales del régimen colonial, en Nueva España surgieron figuras como José Joaquín Fernández de Lizardi, cuya obra es considerada como emblema de la picaresca mexicana. Ya como nación independiente, la propia inestabilidad política durante el siglo XIX  no sólo en la literatura, sino en todas las actividades artísticas en México. Hacia la segunda mitad de ese siglo, la literatura mexicana comienza a resurgir, con obras como Los mexicanos pintados por sí mismos, libro que nos da una idea aproximada de cómo veían los intelectuales de la época al resto de sus contemporáneos. Hacia el final del siglo, durante el Porfiriato, los escritores mexicanos se inclinan hacia las tendencias dominantes de la época. Destacan poetas modernistas como Amado Nervo y Manuel Gutiérrez Nájera.



Inicia desde el Periodo prehispánico, El periodo de la conquista, Transición hacia la independencia, La nueva nación, hasta la actualidad. 

la literatura de México tiene sus antecedentes en las literaturas de los pueblos indígenas de Mesoamérica. Sin embargo, con la llegada de los españoles, se dio un proceso de mestizaje que luego dio paso a una época de criollización de la literatura producida en la Nueva España. El mestizaje de la literatura novohispana es evidente en la incorporación de numerosos términos de uso corriente en el habla local del virreinato y en algunos de los temas que se tocaron en las obras del período. 

Época prehispánica. 
Época colonial. 
 






















                                                           



Contexto histórico.

La literatura mexicana surgió en sentido estricto, con el mestizaje, y se estructuró a partir del idioma español, sus orígenes  se remontan a la época prehispánica. 
Otro antecedente fundamental de la literatura mexicana se encuentra en las obras escritas por los primeros españoles que llegaron a tierras americanas, quienes consignaron sucesos ocurridos antes de la Conquista, durante ésta y después de ella. Se trata de crónicas, memoriales, cartas de relación y obras de carácter descriptivo que relatan acciones militares, describen también hábitos, costumbres y ritos de los antiguos mexicanos. 
Uno de los primeros cronistas en nuestra historia es Hernán Cortés, principal conquistador de nuestra tierra.
Otros cronistas celebres fueron Andrés Tapia, capitán del ejército de Cortés y mención aparte merece Bernal Díaz del Castillo, considerado por muchos el más grande cronista que tuvo la Nueva España. Fue testigo y actor de la epopeya de la Conquista, en la que participó desde sus inicios como soldado del ejército de Cortés, combatió en más de cien batallas, distinguiéndose por su valor y lealtad.
Así podemos mencionar a más y más personas, que han forjado la literatura mexicana.


Entre los escritores más importantes en la literatura mexicana son: Juan Rulfo, Juan José Arreola, Jaime Sabines, José Emilio Pacheco, Octavio Paz, entre más. Y de estos hablaremos a fondo, más adelante. 

Definición.

La literatura, etimológicamente deriva de la palabra latina LITTERA, que significa “letras”.   Es el arte que emplea como instrumento la palabra, que comprende las obras con una intención estética.